Cuando una ciencia
persigue un fin esencialmente cognoscitivo, se habla de ciencia pura; cuando el
objetivo último es utilitario y extrínseco al incremento del conocimiento, se
está en presencia de la ciencia aplicada.
Esta división, llevada
a sus últimas consecuencias, es representativa de dos concepciones
contrapuestas. Por una parte, existe la visión de que la ciencia está dirigida
únicamente a perfeccionar un sistema de certezas (verdades científicas), con
independencia de sus resulta dos prácticos inmediatos; por otro lado, están
quienes conciben como meta principal de la investigación científica la
explotación de la naturaleza y el control de la vida mediante un sistema de
"recetas" (industriales, agrícolas, médicas, sociales, etc.) que
dirigen adecuada mente la acción sobre la realidad.
Aun en su apogeo, en
el comienzo del siglo xx la ciencia académica —donde el fin principal es la
obtención de conocimientos acerca del mundo circundante, con independencia de
su posible utilización en la transformación del medio en el que la sociedad se
desarrollaba—, no fue el único modelo institucional de investigación. Desde
mediados del siglo xix se desarrolló un modelo alternativo, en el cual los
científicos se empleaban directamente a tiempo completo en la investigación.
Firmas industriales avanzadas, tales como las de la manufactura química —por
supuesto siempre buscando ser beneficiadas con los descubrimientos científicos—
empleaban a menudo a personas con preparación científica como administradores o
controladores de los procesos.
Sin embargo, en 1860,
los fabricantes de colorantes dieron un paso decisivo con el establecimiento de
laboratorios propios de la compañía, donde fueron empleados científicos
académicos plenamente calificados para emprender investigaciones
independientes, en espera de descubrir nuevos productos y procesos.5
Es obvio que la
ciencia industrial era opuesta a la ciencia académica como forma institucional.
Aplicaba una sociología interna diferente, y distintos incentivos y
retribuciones para el individuo y cumplía desiguales funciones en la sociedad.
Aunque se involucró en la noción científica de la investigación y se nutrió, en
gran parte, del contenido de la ciencia académica, se diseñó con una concepción
instrumental como medio de obtener determinados fines prácticos.5
En cualquier caso,
nunca fue filosófica o psicológicamente convincente insistir en el carácter
fundamental de la investigación, en dependencia de los propósitos supuestos
para los cuales se emprendía.
En la práctica, la
ciencia se halla con regularidad en función de la solución de problemas. Es
difícil establecer si el problema a resolver es una interrogante proveniente de
un programa de investigación de una disciplina académica, o si éste se escogió
porque es relevante para solucionar alguna necesidad práctica humana.
HISTORIA
DE LA CIENCIA
El comienzo histórico
exacto de la ciencia es indeterminable en el tiempo. Se plantea que su
surgimiento tiene lugar en el momento "donde se descubre (o se establece)
la relación de que unos fenómenos son "causa" y otros
"efecto"".
La ciencia es un
efecto necesario de la división social del trabajo y surge después que el
trabajo intelectual se separa del manual y la actividad cognoscitiva se
convierte en un género de ocupación específico de un grupo —al comienzo muy
poco numeroso— de personas.
Desde la antigüedad
existieron en diversas sociedades manifestaciones, más o menos desarrolladas,
de interés por comprender al mundo. Estas se pueden calificar de científicas, y
están enmarca das en el período que va desde media dos del primer milenio
a.n.e. hasta las puertas de la revolución científica (siglo xv). Estas
constituyeron premisas del surgimiento de la ciencia.
Dichas premisas se
dieron en países del Oriente Antiguo, como Egipto, Babilonia, la India y China.
Allí se acumularon y racionalizaron conocimientos empíricos sobre la naturaleza
y la sociedad, surgieron los gérmenes de la astronomía, las matemáticas, la
ética y la lógica.
El patrimonio de las
civilizaciones orientales fue asimilado y transformado en un armónico sistema
teórico en la Grecia Antigua, donde surgieron pensadores que se dedicaron
especialmente a la ciencia y se deslindaron de la tradición religiosa y
mitológica. Desde aquel entonces hasta la revolución industrial, la principal
función de la ciencia fue explicativa, y su tarea funda mental consistió en
proporcionar el conocimiento necesario para ampliar los horizontes de la visión
del mundo y de la naturaleza, parte de la cual es el hombre mismo.
Sin embargo, el paso
decisivo en la consolidación del pensamiento científico como institución social
ocurrió en la Europa Occidental entre 1600 y 1700. En el capitalismo, la
ciencia rompió con la visión de sí misma heredada de la antigüedad —como
actividad primordial mente centrada en la comprensión intelectual del mundo sin
actuar sobre él—, para convertirse en la base de la evolución técnica que
caracteriza al mundo moderno, desde la revolución industrial (siglos xviii y
xix) hasta nuestros tiempos.
Se entiende por
revolución industrial al conjunto de transformaciones económicas y sociales que
definieron el punto de partida del proceso de industrialización en general y
que tuvieron lugar en Gran Bretaña entre los años 1760 y 1820.
La existencia
histórica de la ciencia moderna es relativamente reciente y, en términos
generales, no se produjo más allá de los albores del capitalismo europeo de los
siglos xvii y xviii. Tal coincidencia de origen dejó una profunda marca en el
quehacer y en la conceptualización de la práctica científica-concepción
instrumental, racionalidad económica que buscaba ganancias máximas mediante la
reducción de los costos económicos de producción.3
En la segunda mitad
del siglo xv comenzó la primera revolución científica que liberó la ciencia del
escolasticismo y dio inicio a las ciencias naturales modernas. Mas esta
revolución, que duró casi hasta el siglo xviii, no estuvo acompañada por una
revolución similar en la técnica, que en ese período toda vía se desarrollaba a
partir de los éxitos empíricos obtenidos gracias a su propia práctica.4
Las invenciones
técnicas —aquellos instrumentos o procedimientos mediante los cuales la
humanidad se relaciona y transforma su medio y que no implican la utilización
de conocimientos científicos, a diferencia de los avances tecnológicos— se
debían por lo general a una larga búsqueda empírica, y los descubrimientos
esporádicos logrados por uno u otro científico individualmente no se ponían en
práctica durante mucho tiempo.4
Al aparecer la gran
producción maquinizada, se crearon las condiciones necesarias para que la
ciencia se convirtiera en un factor activo de la producción y se planteó como
su principal tarea el conocimiento de la transformación de la naturaleza.2
En la época actual, a
diferencia de la pasada, los logros de la ciencia se introducen en la
producción con una rapidez mayor, gracias a la disminución del tiempo que
transcurre entre los descubrimientos científicos y su utilización práctica. Tal
revolución abarcó simultáneamente la esfera de la ciencia y de la técnica; de
ahí que se le identifique como la Revolución Científico Técnica.
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